¿Quién vigila al vigilante? Es una pregunta que suele ser formulada en relación a la necesidad de cuestionar la labor de aquellos que ostentan los poderes públicos. También recurren a ella quienes desean alertarnos sobre la proliferación en nuestra sociedad de múltiples mecanismos de vigilancia, tanto mutua como institucional, que podrían estar dejando cada vez menos margen de libertad y privacidad al ciudadano. El propio museo se ha convertido en un espacio en el que entra en juego una serie de mecanismos de control que condicionan la relación del visitante con el edificio, las obras, y el resto de los visitantes.