Equal-Parallel: Guernica-Bengasi (Igual-paralelo: Guernica-Bengasi)

Richard Serra

San Francisco, EE.UU., 1938
  • Fecha: 
    1986
  • Materia: 
    Acero corten
  • Técnica: 
    Fundición
  • Técnica descriptiva: 
    Obra formada por cuatro bloques macizos de acero corten, dos cuadrados y dos rectangulares
  • Dimensiones: 
    Pieza 01: 148,5 x 500 x 24 cm / Pieza 02: 148,5 x 148,5 x 24 cm / Pieza 03: 148,5 x 500 x 24 cm / Pieza 04: 148,5 x 148,5 x 24 cm
  • Categoría: 
    Escultura, Instalación
  • Año de ingreso: 
    1988
  • Nº de registro: 
    AS10531
  • Expuesto en:
    Sala 102

Obra maestra del misterio
Por Juan Tallón

He aquí una escultura desaparecida, que está y a la vez no está presente. Equal-Parallel: Guernica-Bangasi (Igual-paralelo: Guernica-Bengasi, 1986) es un fantasma de acero de treinta y ocho toneladas que se toca, se ve, pero también se oculta. Richard Serra la ideó para la inauguración en 1986 del entonces Centro de Arte Reina Sofía, cuando el edificio que había albergado un hospital pasó a convertirse en un centro de arte, primero, y luego en un Museo Nacional en 1990. Representó, para algunos, una obra maestra del minimalismo. Para introducirla en el edificio hubo que derribar parte de su fachada y volver a levantarla. Entretanto, el Ministerio de Cultura decidió adquirirla por cuatrocientos cincuenta mil marcos. Carmen Giménez, responsable de la dirección artística, lo desaconsejó. Ella creía que ocuparía una sala demasiado grande en un inmueble con limitaciones de espacio. Quizá adivinó que quedársela era también el primer paso para perderla en el futuro.

Después de unos meses expuesta se trasladó a un almacén y a finales de 1990 volvió a exponerse durante un mes. Luego el Museo la retiró y depositó en una nave industrial de Arganda del Rey, a treinta y cinco kilómetros de Madrid, bajo la custodia de Macarrón S. A., empresa consagrada al montaje, traslado, conservación y custodia de obras de arte. En realidad, las cuatro piezas de acero corten nunca llegaron a entrar en la nave: se apilaron a la entrada, a la pura intemperie, bajo una lona de plástico, pasando de arte a chatarra.

El Museo se olvidó de la escultura de Serra durante años, cuando se acordó era 2005 y no estaba donde la dejaron. Había desaparecido sin dejar rastro: lo pesado se convirtió en liviano, lo monumental en portátil. Otras cosas también se desvanecieron en ese tiempo: primero la empresa de Jesús Macarrón, que se fue a la ruina y quebró, y a continuación la nave industrial, en cuyos terrenos se levantó el Archivo General de la Seguridad Social. La sucesión de los hechos fue surrealista: el Ministerio de Cultura adeudaba a la empresa millones de pesetas, como consecuencia de ello esta entró en barrena, dejando de estar al día con Hacienda y Seguridad Social, que acabó por embargar y quedarse con el solar de Macarrón.

Cuando la noticia de la desaparición de la escultura salió a la luz en enero de 2006, en una exclusiva de la periodista Natividad Pulido para el diario ABC, escandalizó al mundo del arte; la crisis fue mayúscula. Sin embargo, no hubo ceses ni dimisiones. La policía buscó la obra desesperadamente, pero faltaban hilos consistentes de los que tirar y cada hipótesis conducía siempre a una vía muerta. Pasados unos pocos meses, se abandonó la búsqueda y nadie supo explicar cómo se desvaneció, ni a manos de quién, ni en qué momento. Habían mediado demasiados años de abandono y desdén, hecho que facilitó, curiosamente, que al final nadie tuviese la culpa. Pese a su peso y volumen, la escultura se esfumó: una obra maestra de la desaparición.

Artista y Museo encontraron, en mitad de la vorágine, una solución de urgencia tan extravagante como audaz: hacer de nuevo la escultura para la Colección del Museo y, esta vez, exponerla de manera permanente como una especie de expiación del pecado. En 2008 Serra autorizó la réplica, a la que señaló con el dedo y convirtió, casi por arte de magia, en auténtica. Hoy Equal-Parallel: Guernica-Bangasi es al mismo tiempo copia y original, presencia y ausencia, algo indiscutible y algo fantasmal.

A veces, con el tiempo, una desgracia se traduce en un golpe de suerte y pasa de fatalidad a maravilla. Eso ocurrió con esta obra que, tras encarnar una especie de vergüenza nacional, hoy es motivo de felicidad y belleza. Transcurrieron los años y en torno a ella se erigió una leyenda: eso que solo unas pocas piezas alcanzan. No cualquiera es dueña de un relato poderoso, indescifrable y entretenido como esta escultura tan cargada de enigmas que desborda sus límites físicos y se despliega por el espacio, llena la sala, se extiende por el Museo y se aventura por el mundo.

La escultura se propaga gracias a su propia historia. Su biografía también es arte, lo que incluye no solo su gestación y exposición, sino también su pérdida y búsqueda, los debates en torno a la réplica, las vidas a las que estuvo vinculada, las páginas que se escribieron gracias a ella, y que no bastan para abarcarla y contarla del todo. Quién querría, a estas alturas, saber dónde se encuentra. Es más bella así, inhallable, sin un final cerrado, obra maestra del misterio.

Si un día apareciese, o supiésemos sin ninguna duda que fue destruida, al suspiro inicial que se nos escaparía, y al “¡Por fin!”, seguramente solo podría seguir la profunda tristeza que se consuma cuando un enorme misterio es resuelto y todo parece quedar reducido a burdo truco.

Su irresistible historia dispara en muchas direcciones la imaginación del espectador, quien puede pensar que la obra de Serra se fundió y transformó en millones de pequeños objetos —cuchillas, muebles, sartenes, patas de mesa, sillas, puentes, esculturas más modestas—, reside oculta en algún lugar donde alguien se deleita en solitario ante ella o fue abandonada en un paraje desierto, o enterrada, y un día lejano aparecerá. Tampoco sería descabellado pensar que nunca se perdió ni se hizo realmente una copia y ahora está en este Museo, contemplándonos y riéndose, como obra maestra del humor.

En su día, Richard Serra convirtió su escultura en movimiento, en tiempo, en proceso, y sus peripecias a lo largo de los años sumaron a todas esas características la de novela. Quién sabe si esto es solo el principio y todavía quedan más capas por descubrir. Eso es lo mejor de las leyendas: nunca se agotan del todo.


Comentario de la obra

Equal-Parallel: Guernica-Bengasi (Igual-paralelo: Guernica-Bengasi) fue creada específicamente para el Museo Reina Sofía en el marco de la exposición Referencias. Un encuentro artístico en el tiempo, con la que se inauguró el Centro de Arte Reina Sofía en 1986. La escultura está constituida por cuatro bloques macizos de acero corten, cuatro volúmenes que se alinean con un alzado de 148,5 cm (el autor habló de «equal elevations» [alturas iguales]), correspondiente a la dimensión en altura del alféizar de las ventanas del edificio que los alberga. Dos de los cuatro bloques son cuadrados; los otros dos son rectángulos de la misma profundidad. Richard Serra ha ubicado los grandes bloques en una disposición alterna, que deja un espacio vacío central semejante al que llenan los bloques y que permite que la escultura pueda ser captada por el espectador como una obra de experimentación corporal del espacio y de la forma. De título singular en el conjunto del trabajo de este artista, Serra ha dejado claro que sus obras no hacen referencia a la memoria de ninguna persona, lugar o acontecimiento, sin embargo Equal-Parallel: Guernica-Bengasi incide en una experimentación espacial de la obra, pero también en un paralelismo temporal de dos hechos históricos sobre la premisa de la igualdad: el bombardeo de la Legión Cóndor sobre población civil en la villa de Guernica el 26 de abril de 1937 y un acontecimiento coetáneo a la creación de la escultura, el ataque del 15 de abril de 1986 a la ciudad libia de Bengasi por parte de la aviación estadounidense. Este ataque, con víctimas civiles, respondía a un atentado con bomba en una discoteca en Berlín atribuido a agentes libios, en el que fallecieron una mujer y dos soldados norteamericanos. Tejiendo estas referencias, Serra alude al debate acerca del papel de la historia: si esta se agota en la experiencia corporal e individual, o si en cambio, su relato puede funcionar como construcción del mundo.

Carmen Fernández Aparicio

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